Como ser madre y no morir en el intento

By Ana - septiembre 20, 2016



En muchos de los posts que leo sobre maternidad y casi todas las fotos que veo en instagram de madres e hijos, sólo se refleja lo maravillosa y divertida que es la maternidad, pocas veces sale la otra cara de la moneda. Siempre leo lo mismo, no tengo tiempo de nada pero compensa taaaaanto. Pero la realidad es que, todo muchas veces no es ni tan bonito ni tan fácil como nos muestran las redes sociales.



Hoy os escribe una madre que está apunto de explotar, y que sí, ojo, que adoro y quiero a mi hija más que a nada en este mundo, pero no os voy a engañar, hay días que quiero "matarla", las que seáis madres me entenderéis.
Sí, hay días en los que están imposibles, en los que no se aguantan ni ellos y en los que tú no aguantas tampoco, por lo que todo junto es un auténtico cóctel molotov. 
Os pongo en situación, día gris, decides quedarte en casa porque el día está poco apetecible, de paso aprovechas para hacer cosas así en plan maruja, de esas que luego nunca sacas tiempo. Total el día está feo. Después de ver La Casa de Micky Mouse durante un tiempo más que considerable, en el que has aprovechado para hacer cosas de casa. Decides, poner ese mantel de estrillas tan guay de plástico que has comprado para que hagan sus manualidades encima de él y no ensucien nada, entonces te dispones a sentarte delante del ordenador y trabajar un poco. Jaç! Error y de los gordos en menos de dos segundos, tienes el suelo rallado de pintura, el mantel que ya quisiera Picasso y el sofá con alguna que otra mancha. Con toda tu paciencia del mundo, le dices a tu maravilloso hijo, algo parecido a "Que voy a hacer contigo cariño, sólo se pinta en el papel o como mucho en el mantel, pero ya sabes que en el suelo y en el sofá no. Venga ayuda a mami a limpiar" Una vez todo limpio, te dispones a sentarte de nuevo, y te das cuenta que esta vez, El Guernica, está pero sobre la camiseta de tu hija, en fin, otra camiseta más para frotar, no pasa nada. Entonces, desaparece, oyes que está danzando por la casa pero los ruidos son todos conocidos, entonces estás relativamente tranquila. 
Pasados unos minutos de silencio absoluto, ves aparecer a tu hija en el comedor, con cara sospechosa, con los pies mojados, sin saber muy bien con qué se ha podido mojar, no has dejado nada a la vista y a su altura con lo que se pudiera mojar, decides ir a ver qué ha pasado y la ha liado pero parda. Entonces es cuando ardes en cólera, ya está el lío armado. Con los nervios a flor de piel, empiezas a gritar, seguramente los chinos te estarán escuchando, tu hija coge un burro de los buenos y tú aún te pones más nerviosa, ¿os suena verdad?


Después de la tormenta siempre llega la calma, y en casa no va a ser menos, pasada la histeria y el burro, te das cuenta que no había sido para tanto, sólo quieres que abrazar fuerte, bien fuerte a tu hija, y decirle que la próxima vez vaya con más cuidado. Te das cuenta que a todo no llegas y que no puedes tenerlo todo bajo control, y que estar en casa con los peques requiere mucha mucha paciencia y nada de tiempo para otras cosas, que no sea jugar con ellos y mirar que no la líen parda.
Entonces, te vienen a la cabeza una serie de preguntas y dudas, quiero que esté en casa conmigo porque creo que es lo mejor para ella, pero por otro lado te enfadas porque no puedes avanzar todo lo rápido que quisieras en otros aspectos de tu vida. Sabes que es pequeña y que aún no entiende las cosas, que no debes ponerte tan nerviosa, pero hay veces que la histeria te gana la batalla. También te sientes fatal por haberte enfadado con ella, en el fondo sabes que no tiene la culpa, en todo caso, debería tener más cuidado de no dejar cosas con las que la pueda liar a su alcance. 
Es un sentimiento muy paradójico, por un lado quieres ser la súper madre que quiere disfrutar del tiempo con su hija, pero por otro lado, eres mujer, trabajadora, y tienes la necesidad de avanzar en los distintos ámbitos y te enfadas porque no tienes tiempo. 
Llegas a la noche tan cansada, que no tienes fuerzas para nada, y cuando te metes en la cama, piensas a todo lo que estás renunciado. 
Sí, darle a tus hijos tiempo de calidad compensa, pero además de madres somos personas con inquietudes y ganas de hacer más cosas. Y no es malo querer avanzar en todas esas facetas de tu vida, sin renunciar a ninguna, aunque muchas veces nos sea imposible.
¿Os suena esta historia?
Hoy el post es algo más reflexivo, pero de vez en cuando también me gusta escribir mis pensamientos.
Un beso enorme y feliz día
Ana




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